Muchas nuevas tecnologías se están desarrollando en los laboratorios de investigación de universidades y empresas, y la clave de su éxito es reconocer claramente desde el principio que una invención no es una tecnología, una tecnología no es un producto y un producto no es un negocio.
Las dos últimas décadas de transformación tecnológica y globalización han creado nuevos y profundos retos -y oportunidades- sobre cómo y dónde se localiza, organiza y capitaliza la innovación. En esta emergente economía global del conocimiento, las funciones y responsabilidades de la invención, la innovación y el espíritu empresarial se están redefiniendo y deben ser compartidas por los principales actores, es decir, las universidades, los gobiernos, las empresas y las compañías de capital riesgo. Desde nuestro punto de vista como universidad, esto nos lleva a preguntarnos: ¿cómo podemos garantizar que la apasionante investigación se convierta en soluciones rentables para el mundo real?
En el “mundo plano” que predijo Thomas Friedman en 2007, ya no basta con que las universidades se limiten a la enseñanza y la creación de conocimientos, especialmente en un mercado laboral cada vez más inseguro. No es raro encontrar un enfoque en los procesos de aprendizaje basados en proyectos y en la experiencia, en los que grupos de estudiantes multidisciplinares, procedentes de las artes liberales, las ciencias y la ingeniería, crean soluciones locales para las necesidades sociales globales.
Un puñado de universidades punteras de todo el mundo ha dado un paso más para crear programas de apoyo a aceleradores más proactivos, que están en continua evolución. Por ejemplo, startAD, impulsada por Tamkeen y anclada en la NYU de Abu Dhabi (NYUAD), tiene previsto crear una plataforma digital en la que las empresas puedan interactuar con la universidad de forma sistemática y continua. En el futuro, esto se extenderá incluso a la incorporación de nuestro profesorado a los equipos de productos de las empresas, ya que eliminamos las barreras que aún existen entre la innovación y la aplicación en el mundo real.
Uno de los retos críticos que hay que resolver es que la mayoría de las nuevas innovaciones no fracasan por la tecnología, sino porque se caen en el mercado. Para garantizar la adecuación del producto al mercado, es importante que el proceso de incubación no se centre únicamente en garantizar que un nuevo producto sea perfecto en el laboratorio. Los proyectos piloto ofrecidos por las aceleradoras ofrecen un espacio seguro para que los innovadores prueben sus productos, así como una forma sin riesgos para que las empresas prueben la eficacia y la receptividad de sus clientes a la innovación que se está probando.
También es importante llegar a los posibles inversores y clientes en una fase temprana para desarrollar y probar la idea en el contexto de todas las partes interesadas, lo que también es fundamental a la hora de conseguir fondos. Aunque un buen inversor de capital riesgo ayudará a perfeccionar un producto o una idea basándose en su experiencia previa, también quiere saber que la idea tiene una propuesta de valor inherente y qué aportará el desarrollador más allá de una buena idea que no tiene una aplicación clara.
En los EAU, la investigación universitaria se considera, con razón, la base de la futura innovación. La Política Superior de Ciencia, Tecnología e Innovación de los Emiratos, iniciada en 2015, ha fomentado la investigación en ámbitos como la investigación espacial, la aviación, los productos farmacéuticos, la energía solar, la energía nuclear civil y la robótica, entre otros, todos ellos campos que han prosperado en los años transcurridos desde el lanzamiento de la iniciativa. El Consejo de Investigación de Tecnología Avanzada (ATRC), creado en 2020, pretende reforzar la posición de Abu Dhabi como centro mundial de investigación y desarrollo.